Por: Jinre.
Siempre he dicho que quienes se juntan
en gran número, haciendo “mancha” para “abollar”, golpear con ira
incomprensible y sin compasión alguna a una sola persona, son unos
perfectos y –como suele decir la derechista Lourdes Alcorta- unos
“reverendos cobardes”. Son muchas las veces que con seguridad hemos
visto las denigrantes imágenes de pandilleros o grupos de jóvenes
disociados que en cantidad numerosa y con ademanes que supuestamente
denotan valentía y arrojo, arremeten contra una sola persona
golpeándola sin piedad en cualquier parte del cuerpo con patadas,
puñetes y hasta con elementos contundentes – llámese palos, varas, etc.
– sin ponerse a pensar por un solo momento en el grave daño y dolor
que pueden estar causando a quien agreden, incluso, sin importar si le
causan la muerte.
Estas conductas desde luego no
constituyen de ninguna manera la expresión de personas valientes ni
mucho menos, sino más bien, representan la más vergonzosa expresión de
cobardía, propias de un ser cagón que se siente capaz de actuar de esa
forma sólo cuando están respaldados por una “mancha” de otros cagones
como él. La supuesta “valentía” bajo estas circunstancias, no se expone
en condiciones de igualdad de oportunidades contra un circunstancial
contrincante o adversario, sino, bajo condiciones de abuso y supremacía
en número y cantidad. O sea, de manera cobarde. La irracional forma de
golpear a una sola persona que tienen estos pandilleros, resulta más que
indignante en tiempos como los que vivimos, en los que se supone ya
hemos superado épocas primitivas de la historia del hombre.
Tales barbaridades, sólo pueden ser
analizadas y entendidas como actos propios de personas que actúan al
margen de la Ley. Sin embargo, el día ayer en la noche, pudimos ver por
las redes sociales y por la televisión, estupefactos, sorprendidos,
indignados, cómo un grupo de por lo menos 14 efectivos de nuestra
Policía Nacional del Perú, decidieron por sí mismos apresar al sacerdote
cajamarquino Marco Arana –suspendido momentáneamente en sus funciones
por Cipriani – , a quien le propinaron desde el primer instante y sin
mediar ningún diálogo, duros golpes en todas partes del cuerpo, sentado,
en el suelo y también mientras lo conducían a la delegación policial de
dicha ciudad. Posteriormente se supo también que al interior de la
dependencia policial, mujeres y hombres policías siguieron golpeándolo e
insultándolo; le mentaron la madre, le dijeron “hijo de puta” y hasta
lo abofetearon en más de una oportunidad. La verdad resulta
incomprensible la bajura con que actuaron estos efectivos policiales
quienes copiando e imitando el accionar de pandilleros forajidos,
arremetieron a golpes contra una persona desprotegida, sola y sin
intenciones de resistencia a la autoridad, la misma que sólo atinó a
increparles a los policías que no lo golpearan, pues desde luego, no
tenían ningún derecho a hacerlo. Ante esto, lo más lamentable, es que
tanto estos policías, así como otros líderes de opinión y autoridades,
no se han detenido siquiera a reparar en la capacidad dialogante,
inteligencia y elevada calidad humana que posee el padre Marco Arana,
quien siempre ha evidenciado una actuación sensata y de apoyo
indesmayable para con las capas más desfavorecidas de nuestra sociedad,
por lo que esta triste agresión, resulta aún más incomprensible.
La actuación que viene evidenciando
la Policía Nacional en Cajamarca y otros lugares donde han habido
manifestaciones de protesta social, con muertos y decenas de heridos, no
es, sino, la expresión práctica del desprecio y soberbia que se
evidencia día a día a través de los grandes medios. La indolencia e
incomprensión de los justos reclamos de los cajamarquinos es ninguneado a
cada instante tanto por autoridades, como por los grandes medios de
comunicación, quienes sólo atinan a repetir que nuestros miles de
hermanos son poco menos que “borregos” o seres sin capacidad de
actuación propia y que sólo “responden a consignas de unos cuantos
politiqueros revoltosos” . Ante esto, necesitamos con urgencia de
actores sociales que nos permitan vislumbrar un trato respetuoso a todas
las personas por igual. Pero también necesitamos desechar la idea
campeante que pretende con soberbia ordenar al mundo y la vida de los
demás desde la tranquilidad distante de nuestras vidas citadinas y lejos
del sufrimiento que día a día viven nuestros HERMANOS del interior.
Cajamarca ha vivido los últimos 20
años de minería engañosa y abusiva, de mentiras y prepotencia
empresarial, de daño ambiental irreversible, de contaminación de sus
ríos y tierras, de derrame de mercurio e intoxicaciones masivas, y todo
gracias a la complacencia de las autoridades de turno con el gran
capital minero; hoy, el proyecto Conga se muestra como la expresión de
continuidad de lo que ya han vivido, por eso los cajamarquinos no
confían en esta empresa y hoy más que nunca necesitan la atención
responsable de sus reclamos que vienen afirmando con conmovedora
persistencia; Cajamarca siempre fue un pueblo pacífico y la violencia
que hoy se desata sólo es producto de un conjunto de malas actuaciones
oficiales que han venido agrediendo su dignidad como pueblo.
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