viernes, 6 de julio de 2012

Policías pandilleros, desprecio y abuso


Por: Jinre.

Siempre he dicho que quienes se juntan en gran número, haciendo “mancha” para “abollar”, golpear con ira incomprensible y sin compasión alguna a una sola persona, son unos perfectos y –como suele decir la derechista Lourdes Alcorta- unos  “reverendos cobardes”.  Son muchas las veces que con seguridad hemos visto las denigrantes imágenes de pandilleros o grupos de jóvenes disociados que en cantidad numerosa y con ademanes que supuestamente denotan valentía  y arrojo,  arremeten contra una sola persona golpeándola sin piedad en cualquier parte del cuerpo  con patadas, puñetes y hasta con elementos contundentes  – llámese palos, varas, etc. – sin ponerse a pensar  por un solo momento en el grave daño y dolor que pueden estar causando a quien agreden, incluso, sin importar si le causan la muerte.

Estas conductas desde luego no constituyen de ninguna manera la expresión de personas  valientes ni mucho menos, sino más bien, representan la más vergonzosa expresión de cobardía, propias de un ser cagón que se siente capaz de actuar de esa forma sólo cuando están respaldados por una “mancha” de otros cagones como él. La supuesta “valentía” bajo estas circunstancias, no se expone en condiciones de igualdad de oportunidades contra un circunstancial contrincante o adversario, sino, bajo condiciones de abuso y supremacía en número y cantidad. O sea, de manera cobarde. La irracional forma de golpear a una sola persona que tienen estos pandilleros, resulta más que  indignante en tiempos  como los que vivimos, en los que se supone ya hemos superado épocas primitivas de la historia del hombre.

Tales barbaridades, sólo pueden ser analizadas y entendidas como actos propios de personas que actúan al margen de la Ley. Sin embargo, el día ayer en la noche, pudimos ver por las redes sociales y por la televisión, estupefactos, sorprendidos, indignados, cómo un grupo de por lo menos  14 efectivos de nuestra Policía Nacional del Perú, decidieron por sí mismos apresar al sacerdote cajamarquino Marco Arana –suspendido momentáneamente en sus funciones por Cipriani – , a quien le propinaron desde el primer instante y sin mediar ningún diálogo, duros golpes en todas partes del cuerpo, sentado, en el suelo y también mientras lo conducían a la delegación policial de dicha ciudad. Posteriormente se supo también que al interior de la dependencia policial,  mujeres y hombres policías siguieron golpeándolo e  insultándolo; le mentaron la madre, le dijeron “hijo de puta” y hasta lo abofetearon en más de una oportunidad.  La verdad resulta incomprensible la bajura con que actuaron estos efectivos policiales quienes copiando e imitando el accionar de  pandilleros forajidos, arremetieron a golpes contra una persona desprotegida, sola y sin intenciones de resistencia a la autoridad, la misma que sólo atinó a increparles a los policías que no lo golpearan, pues desde luego, no tenían ningún derecho a hacerlo. Ante esto, lo más lamentable, es que tanto estos policías, así como otros líderes de opinión y autoridades, no se han detenido siquiera a reparar en la capacidad dialogante, inteligencia y elevada calidad humana que posee el padre Marco Arana, quien siempre ha evidenciado una actuación sensata y de apoyo indesmayable para con las capas más desfavorecidas de nuestra sociedad, por lo que esta triste agresión, resulta aún más incomprensible.

La actuación que viene evidenciando la Policía Nacional en Cajamarca y otros lugares donde han habido manifestaciones de protesta social, con muertos y decenas de heridos, no es, sino, la expresión práctica del desprecio y soberbia que se evidencia día a día a través de los grandes medios. La indolencia e incomprensión de los justos reclamos de los cajamarquinos es ninguneado a cada instante tanto por autoridades, como por los grandes medios de comunicación, quienes sólo atinan a repetir que nuestros miles de hermanos son poco menos que “borregos” o seres sin capacidad de actuación propia y que sólo “responden a consignas de unos cuantos politiqueros revoltosos” .  Ante esto, necesitamos con urgencia de actores sociales que nos permitan vislumbrar un trato respetuoso a todas las personas por igual. Pero también necesitamos desechar la idea campeante que pretende con soberbia ordenar al mundo y la vida de los demás desde la tranquilidad distante de nuestras vidas citadinas y lejos del sufrimiento que día a día viven nuestros HERMANOS del interior.

Cajamarca ha vivido los  últimos 20 años de minería engañosa y abusiva, de mentiras y prepotencia empresarial, de daño ambiental irreversible, de contaminación de sus ríos y tierras, de derrame de mercurio e intoxicaciones masivas, y todo gracias a la complacencia de las autoridades de turno con el gran capital minero; hoy, el proyecto Conga se muestra como la expresión de continuidad de lo que ya han vivido, por eso los cajamarquinos no confían en esta empresa y hoy más que nunca necesitan la atención responsable de sus reclamos que vienen afirmando con conmovedora persistencia; Cajamarca siempre fue un pueblo pacífico y la violencia que hoy se desata sólo es producto de un conjunto de malas actuaciones oficiales que han venido agrediendo su dignidad como pueblo.

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