Por: Jinre
Sostener que la actual situación
conflictiva que vive el pueblo cajamarquino se la debemos a Santos,
Saavedra y al padre Marco Arana, considero es un reduccionismo flojo
que no cautela lo que ocurre realmente en Cajamarca. Las mencionadas
personas sólo son las caras visibles, notorias, – y también hay que
decirlo – de utilización mediática, de la protesta cajamarquina.
En todos estos años hemos sido
testigos de los serios efectos de la contaminación minera en Cajamarca,
y conversando con la gente del campo que vive en las zonas de
influencia de Conga, lo que se percibe es que nuestros campesinos
sencillamente están hartos, cansados de Yanacocha. Se hace necesario
entonces, exigir desde la opinión pública que se deje a un lado esa
torpe fijación de que gran parte del conflicto en Cajamarca es porque
Santos y “compañía” arrean las protestas, como si la población, que
sufre en carne propia los efectos de la actividad minera, fuesen algo
así como “borregos” y no tuvieran la autonomía y sensibilidad necesaria
para movilizar y hacer escuchar sus reclamos. Ese reduccionismo, repito,
además de evidenciar menosprecio, no ayuda a ver el problema con la
dimensión necesaria.
Efectivamente, la minería es una
actividad que puede ser válida, pero como toda actividad humana, es
susceptible también de cuestionamientos y críticas, sobretodo cuando hay
razones fundadas para ello, en ese sentido, en todos estos años
Yanacocha ha acumulado deméritos suficientes para merecerlos.
Es cierto también que la
explotación de los recursos naturales y sus beneficios económicos tienen
una dimensión de alcance nacional. Pero no debemos olvidar algo que es
vital: las secuelas y consecuencias de la contaminación por la
explotación de estos recursos no siguen ese mismo razonamiento.
La contaminación, la desaparición de las lagunas, los ríos sucios, los
relaves, la eliminación de fauna y flora, la muerte de campos de
cultivo, de formas de vida comunitarias y de la vida misma, se quedan en
Cajamarca; esos pasivos no se redistribuyen, no se “comparten” con el resto del país. He ahí una razón poderosa más para entender los reclamos.
¿De qué vale entonces discursear que
los recursos de la explotación minera sirven para hacer obras públicas,
si al mismo tiempo estamos dejando sin agua, sin ríos, sin agricultura a
una parte importante de Cajamarquinos?. ¿no es acaso irónico, por decir
lo menos?.
Repito, algo que no se ha querido
difundir adecuadamente es que Cajamarca no es que esté en contra de la
actividad minera de manera absoluta. Sencillamente, no quieren más a la
Newmont en su territorio por su pésimo accionar en los últimos 20 años.
Ese desempeño deficiente, es algo que considero también debiéramos
sancionar, además de constituir un acto de dignidad como país. Hasta
donde podemos advertir, la población de Cajamarca sí estaría dispuesta a
aceptar otros proyectos siempre y cuando no agredan sus fuentes y
recursos vitales de agua. Con seguridad en el mundo existen empresas que
pueden ofrecer otras alternativas científicamente más viables y sin
groseras afectaciones como las que propone el actual proyecto Conga.
Si por su mal accionar en
estos últimos 20 años la empresa Newmont tiene que irse, sólo sería un
acto de justicia. Si eso implica pagarle una indemnización, habría que
hacerlo y trabajar la mejor negociación posible. A cambio, habremos
defendido nuestros hermosos recursos naturales de manera responsable y
sobretodo, evitaremos seguir matando a nuestros hermanos quienes
protestan con justa razón. De este modo también, daríamos una señal de
madurez y un mensaje al mundo de que las inversiones en nuestro país
son bienvenidas, pero con actuación responsable.
No se trata de darle gusto a uno o
dos dirigentes como prejuiciosamente opinan algunos. Pensar así no
contribuye a nada. Se trata de atender los justos reclamos de la
población cajamarquina y entender sobretodo que aquí está en juego la
vida de miles de personas, campesinos, hermanos nuestros –al menos para
quienes los sentimos como hermanos- . Es necesario entender que este
tema no se simplifica en aspectos meramente económicos o jurídicos, sino
y sobretodo, constituye un tema humano, de defensa de la vida, que es
la primera ley que debemos defender.