miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pueblo mío


por:  Jinre
La Merced, Perú.
11.NOV.2009


En San Luis de Shuaro, Paucartambo, Mezapata, Villa Rica, San Miguel de Eneña, en Kakazù, camino a Puerto Bermudez... 

en el Valle del Perené... 

con tus casas aferradas a la vida, con tu vida simplemente, con la grandeza de tu existir...

los sueños con días propios, alumbrados, oscurecidos, nublados, de aguacero que da vida, pero nuestros, nuestros...

ahí mismo,

los hermanos de cada siembra dibujan la esperanza en sus rostros, en su trabajo, en su piel,

en sus manos con olor a barro por sacarle patria a la madre tierra...
como en los ojos de mi hijo... mientras un Jilguero les canta desde un árbol…

como nunca,
el corazón, la piel, las convicciones se hermanan al verde impregnado en los cielos que abrazan nuestras respiraciones, nuestras esperanzas... 

estos días siento aprendí más... siento, sé menos...

pero aquí estoy,

me empeño en tus cumbres, en tus pendientes

y en todos ellos te encuentro, rojo de trabajo, de sonrisa abierta, de llanto...

pueblo mío...

Vigencia cultural de un cantor popular: El Jilguero del Huascarán


Ponencia realizada en el conversatorio: "Vigencia Cultural de un Cantor Popular: El Jilguero del Huascarán" , realizada en la Biblioteca Nacional del Perú el 23.NOV.2010.

Por: Jinre.

En primer término, deseo expresar mi gratitud por esta invitación y la confianza a nuestra persona que la misma encierra. Agradecer la oportunidad de estar presentes esta noche para hablar de un personaje, de un Artista entrañable,  compañero constante, e intermitente en otras, dentro de la vida que a uno le ha tocado transcurrir desde muy niño, y que estoy seguro como yo, a miles de personas quienes nos hemos  sentido identificados y tocados por el trabajo artístico de  “El Jilguero del Huascarán”. 
Por ello, deseo agradecer de corazón a July Sánchez, así como a toda la familia Sánchez Fuentes por permitirnos este acercamiento a  la obra de Ernesto Sánchez Fajardo.

Cuando recibimos la generosa invitación para hablar sobre  la “Vigencia Cultural del Jilguero del Huascarán”, debo confesar con absoluta sinceridad que lo primero que se nos pasó por la cabeza, fue la duda respetuosa de saber si uno podía ser el más indicado para hablar de este icono de nuestra cultura popular peruana. Pensamos inmediatamente que con toda justicia deberían y podrían estar presentes en esta mesa, personas que han tenido no sólo la oportunidad de conocer personalmente a don Ernesto Sánchez Fajardo, tanto en su trabajo artístico, así como en sus aspectos más personales y familiares, u otros, que podrían hablarnos con un mayor acercamiento de contemporaneidad desde la crónica periodística; todo esto, felizmente aún es posible gracias a que son muchas las personas que hoy en día pueden brindarnos testimonio personales de lo señalado, como es caso de la familia Sánchez Fuentes – su esposa e hijas-, además de otros compañeros artistas y amigos.

Sin embargo, el primer sentimiento de duda respetuosa que tuvimos para asumir este encargo, fue casi inmediatamente despejado por una bella propuesta: July, nos expresó que con seguridad podrían seguir sumándose valiosos testimonios personales de quienes conocieron en vida al Jilguero del Huascarán, pero que en esta oportunidad, se abría la necesidad de contar con testimonios de personas que sin haberlo conocido en vida, lejos en el tiempo que le tocó vivir, pudiéramos  brindar un testimonio personal y hablar desde nuestra experiencia particular: cómo vemos y sentimos hoy en día a nuestro “Jilguero del Huascarán”. Tomar en cuenta nuestro modesto testimonio, junto al de Piero Bustos, Santiago Alfaro y Rafo Ráez, es algo que valoro en lo más hondo. Por ello, repito, agradezco la oportunidad de poder expresar esta noche nuestro sentir y reflexión.

Cómo empezar a hablar de Ernesto Sánchez Fajardo en los actuales épocas que nos toca vivir?

Cómo intentar dar un énfasis a su larga y variada forma de asumir la vida y ponerla en relieve en estos tiempos?

En suma, cómo expresar un sentir, respecto de todo un universo personal de su actuación y trabajo, sin caer en la   omisión de hechos que con seguridad suman a toda su integridad como artista, como ser social.

Debo decir, que fueron muchas las preguntas que nos asaltaron al reflexionar sobre la vida de Ernesto Sánchez Fajardo.

Pero precisamente, estas interrogantes me permitieron y ayudaron a reflexionar algunos aspectos que ahora deseo compartir, aspectos que desde niño y adolescente alimentaron mi reflexión y el camino en la música, sobre su persona.

Desearía compartir con ustedes una vivencia de carácter personal en ese sentido.

Lo primero que recuerdo como inicial información sobre el Jilguero del Huascarán, se remonta a un hecho anecdótico que fue reiterado en mi niñez:  mi hermano mayor, de quien recuerdo gustaba mucho de las Baladas en Español y de las cumbias de los grupos de moda por los finales de la década del 70 y comienzos del 80, solía entrar cantando a la casa desde la puerta de la calle, una canción llena de coplas pícaras en letra y de ritmo alegre; dicha canción después lograría identificar como “Carrito del Gobierno”.

Recuerdo que la primera reflexión que me causó fue: ¿cómo era posible que mi hermano que nunca cantaba huaynos, y que ahora debo decirlo, se encontraba muy lejos de cultivarlo, se vio tentado y movido de pronto a aprender la letra y melodía de  una canción como la mencionada.?

Mi sorpresa fue grande, cuando buscando entre los discos que la familia tenía y que se solían reproducir en aquellos tocadiscos que tenían forma de maletín pequeño, logré identificar al huayno que mi hermano cantaba. Al escucharlo, las ganas se multiplicaron y comencé a buscar y escuchar más canciones de quien en ese momento ya se me presentaba con nombre propio: “El Jilguero del Huascarán”. Aquellas horas de audición constante de estos discos, fueron el primer momento de intimidad, acercamiento y por ende, de inicial conocimiento de su trabajo musical.

Debo decir, iniciando esta exposición, con total respeto y admiración, que tiempo después  reconocí como una especie de revelación, y que ahora deseo resaltar, que aquella primera experiencia auditiva fue una mezcla de muchos sentimientos, a partir un conjunto de bondades que me atrajeron y alimentaron mi gusto por este artista que comenzaba a abrirse ante mis ojos, - y desde el luego – ante mis oídos.

El timbre de voz distinguido, con un brillo particular, viril e inconfundible entre otras voces. Asimismo, la recreación auditiva que me generaba la conformación de los diferentes instrumentos con los que solía realizar sus grabaciones, los colores que pintaban en la imaginación el sonido de las voces femeninas, y mixtas en otros casos, de los coros que acompañaban sus chuscadas y huaynos de esencia tradicional. Tiempo después, quedar aun más cautivado por los cambios en los formatos de acompañamiento de sus canciones, a saber, pasar de su modo interpretativo personal realizado con Guitarra en mano, la misma que llevaba la línea melódica de la canción, con la consiguiente afinación o temples tradicionales de la cuerdas que le impriman un carácter poderoso y de personalidad artística regional inconfundible; luego, pasar a escuchar también su trabajo en otras conformaciones de orquestación, tipo estudiantina: con Violines, Guitarras, Mandolinas, Quenas, Acordeón, Etc. las que eran acompañadas por las inconfundibles palmas que repiqueteaban las fugas sumando alegría sin igual…  después,  y con mayor sorpresa aún, identificar su canto acompañado por las tradicionales  “Roncadoras” (Pincuyo y Caja)…y ese “Te - tumbo – te tumbo-…”  de su hondo percutir que llegaba a estremecer desde el estómago hasta el pecho.  Y cómo olvidar la virtud de llevar la algarabía y colorido de las plazas pueblerinas, de la fiesta costumbrista celebrada en las  callecitas inclinadas, al surco de un disco cuando se hacía acompañar por las Bandas de Metales a ritmo de trompetas, bajos, redoblantes y bombos, en otros tantos huaynos y chuscadas.

Identificar toda esta rica variedad de expresiones en el trabajo de Ernesto Sánchez Fajardo, fue sin duda alimento insoslayable para reflexionar desde hace muchos años atrás sobre la trascendental obra de este artista nuestro.

Puedo decir hoy en día, con seguridad, que el canto y forma de asumir su trabajo artístico, con una energía y colorido musical singular que denota esfuerzo y trabajo, se constituyeron en un conjunto de bondades, que en lo personal, me resultaron difíciles de ignorar, y ahora debo decirlo, incluso para quienes como mi hermano mayor, estaban lejos de acercarse a un huayno de esencia tradicional.

¿ Por qué me permito expresar estas reflexiones.?. Pues porque desde mi sentir y experiencia, llego a la conclusión que ningún otro artista de origen andino como el Jilguero del Huascarán ha realizado su trabajo con tanta variedad de expresiones, apelando a los diferentes formatos de acompañamiento musical como los realizados en sus grabaciones, los mismos que hasta el día de hoy nos brindan una recreación auditiva que identifico como una permanente invitación (aun desde un estado inconsciente)  a multiplicar y enriquecer nuestra capacidad perceptiva y con ella nuestra sensibilidad, a alimentar nuestra información a partir de los sentidos e incluso la imaginación, a identificar a plenitud lo que una vez se llamó: “los colores de la música” que pueden caracterizar el repertorio de una región determinada.

Estas bondades que ahora me permito señalar y describir en alguna medida, sólo pudieron ser realizadas por un ser de espíritu inquieto, con especial dedicación y celo por su trabajo, y en virtud a su legado musical, por una persona poseedora de una gran amplitud, esa que caracterizó sus concepciones estéticas para asumir la vida y en especial el trabajo musical dedicado a su tierra, al Perú. Identifico en el Jilguero del Huascarán un carácter innovador, pero a su vez, con un irrenunciable amor por su pueblo, por su patria, por sus paisanos, los que se convirtieron en motor constante de su inspiración.

Pero además, y más allá de su  labor como músico, cantante y compositor, identifico en el Jilguero del Huascarán de manera relevante al ser social, al que supo entender que la condición de asumirse como ARTISTA (con mayúsculas) no tiene por qué estar desligada (y tal vez no tiene porque estarlo nunca) de su condición de hombre, de ciudadano, de persona que vive y habita en una sociedad determinada, sin pasar por alto fenómenos económicos y políticos, conflictos, urgencias, necesidades, exclusiones, marginaciones, sentimientos de indignación, afectaciones a la dignidad humana, con justas denuncias que revelar, hechos que considero en lo personal el Jilguero del Huascarán los hizo suyos, pero, sin renunciar –es lo que siento - a la esperanza por mejores tiempos…, de él recordamos siempre aquella frase que se eleva como una especie de himno de fe con la cual  termina una de sus canciones de compromiso: “Arriba, Arriba, patria querida y los peruanos de corazón, no permitamos la mala vida, la mala vida de la nación”.

Es en estos rasgos del hombre, de aquel que poco a poco supo ganarse la admiración y aprecio de miles de personas llevando el canto de su pueblo como arma de trabajo, que ahora deseo reflexionar.

Hablar de la Vigencia del Jilguero del Huascarán en estos tiempos, es hablar, tal vez, sin habérnoslo propuesto, de una invitación a la reflexión, y en alguna medida, una invitación a reformular los conceptos del llamado “sentido común”, a repensar la pregunta una vez más para decirnos a nosotros mismos: ¿Cuánta falta nos hace hoy en día contar no sólo con cantantes y compositores que convoquen a miles de personas, o que llenen plazas y locales semana a semana, sino, y por sobretodo, -contar- con personas, Seres Humanos, que puedan abrazar junto a su trabajo musical, la necesidad de mirar a la patria, a sus habitantes de vida sencilla y sentir con elevada emoción la alegría de cantarle a sus paisanos?. ¿Cuánta falta nos hacen aquellos que asuman con su canto las necesidades y urgencias de sus compatriotas, sus alegrías, sus inocencias cotidianas, la picardía traviesa de su idiosincrasia, y junto a todo lo mencionado, asumir a voz en cuello, las denuncias que surgen de una sociedad agrietada por gruesas diferencias sociales?, y todo esto, cantándole a los suyos,  sin traicionar sus ritmos y cadencias que habitan en la memoria colectiva y cultural que caracterizan a cada uno de nuestros pueblos.

En los últimos tiempos, hemos asistido a fenómenos de uniformización y producción en serie de expresiones estéticas que amalgamadas con el negocio de la venta de cerveza –hay que decirlo-  vienen dando como resultado la producción de formas musicales acompañadas de letras en su mayoría “autodesangrantes” y con sobreestimaciones al consumo del  alcohol, en suma: propuestas que considero insustancialmente colectivas en casi la totalidad de los casos, de rítmica y arreglos pobres que no exhiben o distinguen características y estilos regionales  (la cantante de Cajamarca, la de Huanuco, la de Cuzco, Etc. todas ellas quieren tocar y cantar igual, bajo los mismos patrones rítmicos y formatos porque es lo que asegura el éxito comercial encadenado al mediatismo existente),  expresiones que considero además han limitado, exaltado y justificado su éxito en las grandes cifras monetarias que arrojan semana a semana sus presentaciones. Fenómenos que, sin duda alguna, se han constituido en un éxito comercial impresionante de elevada rentabilidad sin precedentes en la historia nuestra. Y por otro lado, contamos también en escena con la presencia de jóvenes músicos de origen serrano o andino –en muchos casos poseedores de un gran talento y virtuosismo-  quienes como sello común, incorporan a sus presentaciones posturas y ademanes interpretativos foráneos, como deslizando la idea que mientras menos te parezcas a los tuyos, estarás en el camino del éxito, aunque esto no siempre sea cierto.

Los últimos tiempos a los que asistimos, caracterizan a una época en que oficialmente se exalta y elogia como virtud el “éxito individual”. El concepto de “persona exitosa” y “Número 1”, se constituyen hoy día en los derroteros y nuevos paradigmas. Lamentablemente, en ese camino hemos visto cómo también se puede recurrir a todas las armas posibles (y hasta la conducta indigna) para alcanzar la tan ansiada denominación de “Número 1.”

En una mirada de orden mundial, el fenómeno de la Globalización con sus connotaciones económicas se convierte en el sustento teórico que da vida y alimenta esta realidad. No obstante las bondades que de estas épocas –de la llamada globalización- podemos  rescatar (como la multiplicación y velocidad de las comunicaciones y masificación del acceso a la información en todos los ámbitos del conocimiento), también esta ha traído consigo el  resquebrajamiento del respeto a las particularidades, a los rasgos distintivos, a la diversidad de expresiones y por ende al respeto y consideración que nos debe merecer el derecho a la cultura propia. Pareciera que los criterios de producción en serie y los estándares establecidos en los procesos industriales, pretenden ser trasladados para interpretar la variada y compleja realidad, vendiendo la idea de “poner precio” a todo cuanto existe y hacer vendible todo cuanto se encuentra a nuestro alrededor, agrediendo en este camino, por ejemplo, a las reservas y recursos naturales vitales para la subsistencia del hombre, pues todo finalmente, se mide en función de la maximización de las utilidades.

En ese camino, sin duda alguna se afecta  la realidad de países que como el nuestro se constituyen en fuente de una rica herencia cultural, tan diversa, como tan ignorada en la mayoría de los casos. El respeto a la diversidad, el derecho a una cultura propia, a educarse y formarse, disfrutar y acceder al goce estético de nuestras expresiones y fomento de estas, por lo menos, no sintoniza con estos modelos económicos que pretenden imponer sus postulados desde ciertas metrópolis como una verdad absoluta. Ejemplos de agresión e intolerancia existen por cientos en el mundo, desde la agresión de la gran Minera a la vida y el entorno natural, hasta el bombardeo de ciudades enteras por el “pecado” de sus poblaciones de asumir conceptos de vida  diferentes al del mundo occidental, y sin ir muy lejos, de creer que existen ciudadanos de “segunda categoría” o “perros del hortelano” en la selva, porque se oponen a que sus rios (que son sus carreteras), su entorno, en suma, sus espacios de vida, sean agredidos y privatizados con el tóxico humo de la modernidad que no consulta, que no considera al otro, que soberbia y prepotente pretenden enseñarnos a la fuerza lo que es el “desarrollo”.

Y entonces, acude nuevamente la pregunta y con ella la reflexión que mencionamos al inicio de esta exposición:

¿Cual es la vigencia cultural del Jilguero del Huascarán en estos tiempos que nos toca vivir?.  Creo con sinceridad que dicha vigencia se expresa en la necesidad que hoy en día sentimos de espíritus inquietos que en su quehacer cargado de ingenio nos recuerden como el Jilguero del Huascarán, que hay que mirar respetuosamente a nuestros pueblos; que hoy en día nos recuerden la necesidad de cantar con nuestra propia voz, de comprender la risa y llanto propios, esos que también nos sirven para revertir un dolor, una adversidad, o tal vez esa herida que nos causó el amor que se fue; que nos recuerden la rica variedad y colorido de nuestras expresiones musicales y no la sometan al criterio exclusivo y uniformizante del negocio interesado.

Siento que en estos tiempos en los que actuamos sin mirar al otro, nos hace falta alguien que masivamente nos recuerde aquella “rosa roja que en el pecho nos colgábamos en el día de la madres”, tradición bella que quién sabe por qué motivos dejamos en el olvido; alguien que nos devuelva la necesidad de saber que hay que cantarle a la patria, a los pueblos con nombre propio, a los precursores de nuestra peruanidad, a los héroes dignos de recordación. Creo que es necesario que en estos tiempos podamos tener trabajadores del arte que miren de frente a la patria, que no se cieguen por ser los “número 1”,   que su canto nunca renuncie a un mensaje que nos haga concientes de lo que vivimos, que nos enseñen que el cambio no significa deshacernos de todo lo anterior, sino asimilarlo, para aprender de él y avanzar con respeto por lo que fuimos y seremos. Nos hacen falta almas de artistas populares innovadores, inquietos, lúdicos si se quiere, que a su vez muestren respeto sincero, amor por nuestras expresiones. Cantores, cantoras que nunca dejen de sentir la necesidad de seguir estudiando, de ser mejores para volcar nuestro trabajo nuevamente al pueblo de donde se vino, hacer tangible lo que nuestro César Vallejo nos dijera, que “todo acto o voz genial viene el pueblo y va hacia  él”; espíritus que convoquen, que hablen con igual cariño y respeto de otros pueblos como el propio donde se nace; que sientan la necesidad de tomar militancia política o gremial para luchar por lo que se observó y aprendió cantando de pueblo en pueblo. Hoy necesitamos a quienes sientan el dolor del que sufre como si fuese propio, a quienes usan su propio trabajo como arma de combate para no perder nunca la esperanza por un mundo más justo y solidario, como considero lo hizo el Ernesto Sánchez Fajardo, “El Jilguero del Huascarán”.

“Ernesto Sánchez Fajardo, desde que tu infantil espíritu inquieto te ordenó desde lo más hondo salir a caminar por el mundo, de pueblo en pueblo, aún a costa de alejarte de Papá Emilio, una constante de enseñanzas  te prodigó la vida: desde tu trabajo en la explotación del caucho, o como ayudante en el mercado de frutas, o cantando y vendiendo los cancioneros que te permitían salvar el alimento del día, para pasar luego a trabajar más tarde en las grandes compañías de música como danzante y cantor y abrirte paso como artista sin dejar de  lado la necesidad de aprender más: pues te hiciste multiinstrumentista, sentiste que debías estudiar nuevas técnicas de canto y teoría musical, y  aún así, no abandonaste nunca ese perfil que permitía identificarte como cantor popular, título  que con orgullo llevabas como bandera.

Tus virtudes fueron las armas de tu alma que hicieron de ti un cantor querido, admirado, y hay que decirlo, consagrado a pulso y trabajo sin desmayo. Con seguridad hubieron en tu vida golpes en el camino, y hasta los desaciertos y errores, pero ellos, finalmente suman a lo que es tu integralidad como persona, porque finalmente y después de todo: somos Seres Humanos y nada humano, nos es ajeno.“

Siento que la voz del “Jilguero del Huascarán” cobra vigencia hoy en día por todo cuanto ahora hemos tratado de reflexionar, que laten con fuerza sus esperanzas y espíritu inquieto en cada hombre de buena voluntad, en cada grito de indignación, en cada paisano que no traiciona y se siente orgulloso de su tierra, en cada artista que viste con orgullo los colores de su tradición.

Siento que en esto tiempos sigue vigente su ejemplo de artista popular que admiraba y respetaba la multiculturalidad del Perú, esa que hoy se pretende agredir. Siguen vigentes sus versos de amor, por el amor que no pudo ser y por los seres que nunca olvidaste. Siento que está presente en ese poncho y sombrero que nos evoca la lucha justiciera de Luis Pardo. Siento que sigue vivo su silbido melódico, travieso y atrevido en quienes seguimos escuchándolo y recordamos con cariño, respeto y admiración, como con seguridad te recuerdan con amor la “bollito”, la “coquito” y “Marujita, la rosita en botón de la primavera”, o el grupo “cambalache” en pleno, todos ellos a quienes también aprendimos a conocer a través de tus canciones.

Siento que el canto y obra del Jilguero del Huascarán sigue vigente, lo hemos visto en los músicos y cultores honestos de la capital y del interior de nuestra patria que no renuncian a ver a nuestro suelo limpio y esperanzado en mejores tiempos. En los que estudian con responsabilidad y seriedad nuestras culturas, en los que llaman a las cosas por su nombre sin eufemismos, ni generalidades que confunden. Ernesto Sánchez Fajardo, hoy aún se escuchan tus canciones en los sindicatos, en las universidades, en las fiestas pueblerinas, también en los Bares y Centros Culturales, en las casas familiares, y las bandas de rock también musicalizan tus canciones y hacen suyo tu trabajo, y como expresión de elevada belleza, estás presente en los coros de niños que desde las escuelas iniciales hemos visto que te rinden homenajes, adoptándote como un padre o un abuelo cultural, en todos ellos tu legado, junto al de otros que le cantaron con honestidad a nuestros pueblos, esta vivo y se hace más vigente que nunca .

Muchas gracias.